jueves, 7 de mayo de 2009

Contenta de recibir ostias bien dadas

He llegado a casa tras pasar un día obtuso, triste, un día lamentable, de esos en los que nada fluye. Un día de aquellos en los que te preguntas: ¿Por qué me levanté?, y al momento te contestas: porque pasarlo en la cama habría sido peor. Pero qué día desesperanzador; qué montón de realidad mal recibido; qué miseria.

He llegado a casa y me he puesto a leer, y me he dado cuenta de que tengo suerte. Tengo la enorme suerte de tener un excelente amigo, especialista en propinar las mejores palizas; unas somantas de palos de tal calibre que te recolocan en esa misma realidad de la que renegabas hace un instante. Y recuerdas que quien se enoja pierde, y yo me enojé y perdí. Perdí el humor, perdí el sentido, perdí el tiempo miserablemente.

Los seres humanos somos lo que somos, cada uno distinto del otro, aunque haya quien nos quiera a todos idénticos. Pero hay que hacer y dejar hacer, estoy convencida, aunque haya quien no quiera dejar, ni hacer. Y yo tengo suerte, porque desde un rincón remoto de un Estambul periférico he recibido una nota, que hoy jueves, a las 20:19 horas de la tarde, mientras empieza a acabarse el día, me reconcilia conmigo misma sin poder evitar la risa.

Gracias, gracias, gracias.

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