sábado, 21 de marzo de 2009

Ticket de venta: artículos desglosados

Bípeda con pulgares prensiles.
Estrábica operada,
hipermétrope y astigmática
igual a: voyeur en prácticas.
De estatura media, o baja.
Un par de talones quejicosos
en dos pies de empeine ancho,
o paseante alevín,
procurando andar de frente.
Locuaz sacamuelas
aprendiz de escuchante;
bilingüe de nacimiento
y fanática de la fonética
en tres idiomas más o menos entrenados.
Alérgica a la aspirina,
principiante en la misantropía,
pianista retirada antes de debutar,
y melómana sólo de cierta música,
laburante en varias disciplinas
y de profesión, farsante.
Sabedora de mi falta de saber.
Hasta el moño de la necedad voluntaria.
Educacionalmente de izquierdas,
aunque no se definir
qué es eso de ser siniestra.
Marxista Lennonista
de Groucho Marx y John Lennon,
y atea convencida
(salvo por mi fe en el Gran Legüínsqui
de quien soy devota sierva).
Viajera física, si hay billetes,
pero no mental,
por lo agotador y frustrante
que resulta imaginar.
Poseedora afortunada
de menos de cinco amigos.
Y persona humana con sexo femenino
—finalmente conformada—
a pesar de un íntimo y contrario deseo adolescente.

martes, 17 de marzo de 2009

El tesorillo mal guardado. Programas del Teatro Real

Estamos en semana de fallas y estos días libres, dado que tranquilidad y relajación son imposibles de conseguir, he decidido aprovecharlos para hacer depeje y limpieza a fondo de mi escritorio; algo que necesitaba (sobretodo el escritorio) desde hace años. Hay que ver la de cosas que se acumulan y los tesoros que se encuentra una limpiando cada 10 años. Yo me he reencontrado con uno magnífico.

Les pongo en antecedentes:
Como alguno/a de ustedes sabe, existe la costumbre de que, el día del estreno de una obra teatral (o cualquier tipo de espectáculo de esta índole) los miembros de una compañía se hagan regalos entre ellos para celebrar el "parto". Pues bien, en el estreno de una de nuestras obras (creo que fue el de "La sal de la vida" pero no estoy segura), mi director y buen amigo Roger Colom me regaló tres programas de mano de principios del siglo XX del Teatro Real: "Lohengrin" del maestro Wagner, "Margarita la tornera" de Ruperto Chapí, (ambos de 1909) y "Salome" de Ricardo Strauss (1910). La cuestión es que recibí y agradecí efusivamente mi regalo pero, ante el inminente estreno y con los nervios a flor de piel, no lo estudié con demasiado detenimiento y dejé esta tarea para más adelante. Tan adelante que siete u ocho años después aquí estoy, redescubriendo mi fantástico regalo.

En los programas, únicos programas oficiales, del Teatro Real de aquellos años, se intercala información sobre la obra a representar con decenas de anuncios publicitarios, y es precisamente en estos anuncios donde he descubierto lo enormemente valioso de mi presente teatral, así que he decidido digitalizarlo y compartirlo.

En varias entregas iré mostrándoles algunas de estas publicidades hasta tener terminada la digitalización total de los programas que, muy posiblemente, también colgaré. Para empezar aquí tienen dos sobre belleza y salud.





Las Linces en respuesta a los obispos

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Ellos pueden pagar vallas publicitarias, pero nosotr@s tenemos la red.

¿Quienes son “Las Linces”?
¡¡LAS LINCES SOMOS TODAS Y TODOS!!

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miércoles, 11 de marzo de 2009

Día de lluvia

Hace unos días, en Valencia, el cielo nos cayó sobre las cabezas. Litros y litros de agua que cayeron sin parar durante todo el día con una intensidad constante, a la que no estamos acostumbrados. Y claro, la falta de costumbre me pilló mal ataviada.

Recibí la lluvia con alegría, dispuesta a pasar un día de trabajo con la novedad de estar acompañada por el cambio climatológico. Caía creando cortina, y supuse, porque eso es lo que suele ocurrir por estas latitudes, salvo inundaciones, que en un par de horas pararía, o que seguramente el caudal se reduciría al típico chirimiri con viento. Así que agarré el paraguas que normalmente no cogería (en esta ocasión sí me pareció necesario) y me dispuse a empezar la jornada laboral. 11:00 h. De camino a la estación iba pletórica, con la cabeza alta, mirando de frente como sólo cuando llueve tengo a bien mirar —como he dicho la lluvia caía con una fuerza inusual y esto era una novedad que agradecí. La estación de metro estaba poblada de cubos y cestos plásticos con el logotipo de metrovalencia (esto sí es una constante) que mal recogían el agua que se colaba a través de las infinitas goteras de nuestra jovencísima y tan bien acabada —¿verdad oiga?— estación subterránea. El tren, encharcado en su interior, y los pasajeros sujetando a un lado su paraguas cerrado, que goteaba litros de líquido elemento. Cuando llegué a la parada de Empalme y empecé a andar de camino al colegio me percaté del primer gran error en mi atavío: llovía de lado y mi chaqueta era corta; a los dos minutos de caminar rodeada de descampados estaba completamente empapada de cintura para abajo, así que, una vez en el colegio, fue necesaria una sesión de secado de pantalones en el seca-manos de los baños, que consiguió su objetivo en el tramo que va de la cintura hasta la espinilla. Por otro lado los calcetines eran gordos y altos, "no estoy fría, genial".

13:00 h. Acabada la clase y de vuelta a Empalme para emprender camino a Russafa, seguía lloviendo con la misma intensidad, aunque en ese momento el viento había amainado, con lo que logré llegar a la estación con la ropa más o menos seca, pero, segundo gran error, debido al mayor volumen acuífero en el asfalto, los zapatos —unas botas tobilleras de piel— empezaron a sufrir el exceso de líquido. La piel, originalmente de color beig, se había transformado en un marrón oscuro plomizo, y el agua comenzaba a colarse a través suyo, doblando su peso, empapando los calcetines y, en consecuencia, mis pies; "¡y hasta las 7 de la tarde no llego a casa!". Cuando llegué a mi segundo destino del día literalmente caminaba sobre las aguas, era necesario conseguir, al menos, calcetines secos. 14:00 h. El mercado de Russafa desierto y Galerías Martín ya había cerrado. "No hay calcetines. Peris, improvisemos... ¡Ya está, bolsas de plástico!". Rafa, el dueño del bar muy amablemente me entregó dos bolsas de mercadona y con ellas me dirigí a la escuela, pedí un rollo de precinto, entré en el baño, me descalcé y descalcetiné, escurrí en la taza el cuarto de litro de agua contenido en cada uno de los mitones y me sequé los pies con toallitas de papel; los cubrí con las bolsas de plástico y me las enrollé a los tobillos con precinto. Me puse de nuevo los calcetines, sobre las bolsas, me calcé y a clase. ¡Qué espectáculo genial! a cada paso que daba dejaba tras de mi un riachuelo que nacía de los zapatos. Y aún tenía que recorrer media ciudad para llegar al tercer colegio del día. Pero ahora, al menos, los pies estaban secos

Evidentemente las bolsas no aguantaron más que hasta las 6 de la tarde y el camino de regreso a casa fue, de nuevo, una especie de paseo acuático, muy íntimo, pero la experiencia me enseñó. Al día siguiente, en la mochila, a parte de los cuadernos y las carpetas, no faltaban el paraguas, un par de calcetines, 6 bolsas de plástico y un rollo de precinto industrial. Por supuesto, no llovió, pero ahora ya he aprendido. La lluvia es buena, y si vas caliente y seca, mola mucho más.

domingo, 8 de marzo de 2009

Prisioneras de la imagen con síndrome de Estocolmo

Ayer noche vi por casualidad el documental "Prisioneras de la Imagen" emitido, como ya sabrán, en el programa "La Noche Temática" de La 2 de TVE... o bueno, tal vez no, puede que no lo sepan, porque el programa se emite en horario de mínima audiencia, no sea que más de dos o tres personas lo vean. Bueno, el caso es que cuando estábamos a punto de apagar la caja tonta y dirigirnos al catre, el último zapping previo al apagado nos condujo a este documental y, tras unos minutos, decidimos fulminar los porcentajes de audiencia y acabar de verlo.

El documental no me escandalizó, no me horrorizó, ni siquiera me disgustó, pero lo que sí hizo fue darme más de un par de buenas bofetadas con la mano abierta, que reforzaron, de nuevo, mi sospecha de que existe un complot mundial, normalmente regentado por hombres, para que el mayor enemigo de las mujeres seamos las propias mujeres. Y por este motivo he querido enlazarlo hoy aquí y compartirlo con ustedes, porque una buena ostia a tiempo, a veces, sí es necesaria. En este reportaje, realizado por Sunny Bergman, se entrevista a diversas mujeres que trabajan en el negocio de las revistas y magazines femeninos, donde las imágenes son retocadas, porque todas nosotras buscamos en ellas el ideal de belleza femenino —que alguien imaginó antes—; a varios cirujanos plásticos —todos ellos hombres—, que por $350.000 al mes cortan, rasgan, pinchan y eliminan todo lo que nos sobra, que es prácticamente todo, si queremos parecernos a la modelo de la portada de Cosmopolitan; a una quinceañera estúpidamente traumatizada, por tener los labios vaginales demasiado grandes y diferentes de los de las modelos del Playboy, y que accede a ser entrevistada porque su cirujano, gracias a esta publicidad, le hará un descuento de $2000 en la operación. En este reportaje, la profunda y voluntaria ignorancia de nuestra sociedad, de toda ella, queda perfectamente retratada. Véanlo y véanse pues, y tengan a mano un buen filete, les hará falta.


Sunny Bergman, junto al abogado Martin de Witte, han creado la web the people vs. the beauty industry, donde las mujeres que quieran, puedan denunciar a empresas de la industria de la cosmética y la belleza. La pega es que está en holandés, yo no lo entiendo pero tal vez alguno/a de ustedes sí.