martes, 28 de agosto de 2007

Trayecto en metro

Catorce de febrero, parada de Amistad, dirección Final de trayecto, línea 5. El vagón va bastante abarrotado, pero aún así ha conseguido sentarse. Son las 18’39, aún no es hora punta.

De pie frente a una de las puertas hay una pareja un tanto desubicada. Ella habla por teléfono mientras él comenta que pararán en Àngel Guimerà para hacer trasbordo. Qué lástima que este tren no tenga parada en Àngel Guimerà. Los ha observado y ha estado a punto de decirles que para llegar a su destino de trasbordo deben para en Jesús y pillar el siguiente tren, pero no lo ha hecho; llegando a Jesús, un marroquí, o magrebí, o ves a saber de donde era el hombre (todo menos decir que es moro, que resulta políticamente incorrecto llamarlo así) les ha informado de lo que debían hacer si querían llegar allá donde iban. Quien vea la ironía del asunto que disfrute del momento.

Sigue el viaje, el tren sale a la superficie. No deja de ser curiosa e irritante la locución que anuncia las paradas: Pròxima parada SanT Isidre, con la T bien remarcadita. ¿Para qué tanta hipercorrección?, ¿tal vez para que quede claro que se locuta en valenciano? ¿Cuesta tanto hablar con normalidad?

Una chica sentada frente a ella, a la izquierda, de unos 16 o 17 años, quizá menos, quizá más, lee “Mente y Cerebro”, revista de la cual no ha oído hablar en su vida... Mente y Cerebro... En la portada se destaca en letras grandes el artículo estrella: “Placer y amor”, la reflexión es inevitable: o resulta la hostia de interesante, o la hostia de cutre, o la hostia de insulso, pero seguro que es la hostia. La joven guarda delicadamente la revista en su mochila, ¿se prepara para bajar? Y mientras el sol se esconde por el horizonte. El cielo está pintado de naranja y azul, todos los tonos de azul en la paleta. Posiblemente este sea uno de los cielos más bonitos que ha observado en mucho tiempo. Las luces de la carretera están prendidas y en el hilo musical del tren suena What a Wonderful World, no es la versión de Louis Armstrong pero es una interesante elección. La parte inferior de las nubes son de color naranja, de un naranja potente, casi rojo; es como si las nubes ardieran pero sin furia, como brasas en la chimenea del cielo. Finalmente la chica de Mente y Cerebro baja en la penúltima parada, la primera del pueblo. Otro miembro de su pueblo que no conoce y que, con toda probabilidad, no conocerá nunca.

Último tramo del trayecto. Los edificios, al fondo, son como sombras, parecen estar ahí para marcar la silueta de la ciudad, ya no enseñan la cara, solo el perfil negro y gris bajo un cielo rojizo y azul.

Y llega a término, su parada, mientras Sinatra asoma a través de la megafonía. El hilo musical de hoy ha resultado bastante más aceptable que otros anteriores.

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